Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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lunes, 5 de agosto de 2013

Matar un ruiseñor


Hacía tiempo que no me ocurría. Es cierto que de un tiempo a esta parte mis lecturas se espacian y esos periodos en que picoteas de aquí y de allá, sin encontrar un libro que verdaderamente te enganche, han sido casi más abundantes en el último año que aquellos en los que enlazas un título tras otro.

Por eso, ayer, cuando leí los últimos capítulos de Matar un ruiseñor y cerré lentamente la tapa posterior de mi libro, disfrute dejándome inundar por la sensación de haber leído un pedazo de LIBRO. La misma que sentí hace años cuando acabé Los hijos de la ira. Y seguro que desde entonces ha caído en mis manos alguno más, pero fue lo que me vino a la cabeza ayer en mi afán comparativo.

La historia que nos cuenta Scout, la hija del abogado Atticus Finch, a través de sus ojos de niña, la recordaba vagamente de haber visto la película protagonizada por Gregory Peck (en los primeros puestos, siempre, de mi lista de hombres preferidos) hace ya siglos. Una película de las que dejan huella, que ya tengo previsto volver a ver en cuanto se me presente, o yo misma provoque, la oportunidad.

Matar un ruiseñor es una historia de aventuras infantiles, llena de sensibilidad humana. Junto a su hermano Jem, Scout disfruta de su vida en Maycomb, un pequeño pueblo de Alabama en los años 30 del pasado siglo. Camino del colegio, no lejos de su casa, se encuentra la misteriosa casa de los Radley en donde vive Boo, un miembro de la familia que nunca sale al exterior y que se convierte en una obsesión para los pequeños. Sobre todo desde que Dill, otro niño que pasa los veranos en el pueblo, decide encontrar la manera de poder ver al hombre.

Entre medias se mezclan juegos, un juicio donde el acusado es un hombre inocente sobre el que caen todos los prejuicios de las luchas raciales y la pacata mentalidad de la sociedad de la época donde todo se juzga y se comenta. También están la tía Alexandra, empeñada en convertir a Scout en una señorita, los vecinos y vecinas del pueblo, la comunidad negra a la que los niños acceden a través de Calpurnia, la mujer que trabaja en su casa...

Y entre unas cosas y otras la visión perspicaz e inteligente de una niña menor de diez años que no acaba de entender, o que empieza a hacerlo, ese mundo de adultos. Una historia sobre la justicia, la injusticia, las desigualdades, la bondad, la maldad, la ignorancia, el compromiso... En definitiva, una historia muy humana que hace pensar y sentir. Lo dicho, un pedazo de LIBRO, para grandes y chicos.

¿Y el título? Pues como dice Atticus no hay pecado más grande que matar a un ruiseñor, un ser cuya ocupación es regalarnos su canto (o algo así).

Otra cosa a tener en cuenta: hacerme con una copia en español, algunas zonas de mi To kill a mockingbird se me han quedado en la penumbra debido a mi velocidad de lectura y mi mediano dominio del inglés.

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