Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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domingo, 30 de diciembre de 2012

¿Qué nos pasa?


Vengo de mi comida navideña serrana. Un poco dormida y cansada, pero contenta de haber pasado un buen día en buena compañía. Entre otras cosas, como no, hemos hablado de ciertos "temas de actualidad". Una de mis amigas es médico, dos son profesores, otra funcionaria de otro sector, tenemos también empleados, diferentes escalas y sectores, de la empresa privada, autónomos y parados. Somos un grupo amplio y heterogéneo, creo que coherente y nada alarmista.

Diréis que quizás soy parcial, al fin y al cabo son mis amigos, desde hace la torta de años, pero os puedo asegurar que mi amiga médico, por ejemplo, es para mi una fuente totalmente fiable. Estos días no dejan de bombardearnos con la teoría de que la gestión privada es la única solución para el gasto desmesurado a que ha llegado la Seguridad Social, que el ciudadano no se va a enterar, que es sólo un tema administrativo. En contra de esa imagen que nos transmiten los medios, el personal sanitario no se manifiesta únicamente en defensa de sus puestos de trabajo, ellos son conscientes de que el ciudadano si notará el cambio de gestión, se ahorrará, sí, pero a todos los niveles, incluso en las operaciones, en "pequeños" detalles que pueden marcar la diferencia entre un problema resuelto de por vida o un "apaño" temporal. Ellos piensan que hay alternativas, pero ya nadie les escucha, la sanidad en Madrid está sentenciada, pase lo que pase.

Entro en el metro y al otro lado de las taquillas me encuentro a una mujer rodeada de dos empleados de metro y un vigilante de seguridad. Ella grita, se quiere ir a casa. Imagino que la han pillado sin billete. Ella se habrá negado a dar sus datos y ahí se ha montado la trifulca. Se pongan como se pongan los empleados del suburbano ella tiene razón, no tienen autoridad para retenerla. Al margen de la autoridad o no que tengan, me parece desproporcionado empujar a una persona asustada, que lo único que quiere es irse a su casa y sacar unas esposas con ánimo de impedir que se vaya. Afortunadamente y supongo que porque un grupo de personas nos hemos quedado mirando, simplemente mirando eso sí, la mujer ha podido salir de allí. Jamas me he colado en el metro y no soy partidaria de que la gente lo haga. Os aseguro que esa mujer no era una quinqui, ni una "perriflauta" insumisa, tendría o no sus motivos para colarse, lo hará habitualmente o habrá sido una excepción desafortunada... A mí se me ha quedado mal cuerpo.

Ayer quedé con una amiga, lleva en paro mucho tiempo y no por falta de ganas de trabajar, me consta que su currículum a día de hoy tiene más reimpresiones que un bestseller. A pesar de todo, ella siempre tiene una sonrisa que compartir o una buena carcajada para celebrar una situación humorística. Por varios motivos estaba un poco triste, uno de ellos que había intentado ir al médico, a su revisión anual, pero resulta que como lleva tiempo sin trabajar le han dado de baja en la Seguridad Social y no tiene derecho a acudir a una consulta médica. ¿Como es posible que una persona que lleva toda su vida trabajando se quede sin atención médica en época de crisis?

Pero claro, los dramas individuales, las razones concretas, quedan difuminadas ante ciertas "verdades" generales que le dan "sentido" a todo: hemos gastado, no hay dinero, hay que ahorrar...

Sí, eso es verdad, pero a mí no me vale como principio aniquilador. Lo siento, me parecen razones demasiado generalistas. Me niego a admitir argumentos simplistas como que el personal sanitario ha estado surtiendo sus botiquines particulares durante años, que los empleados públicos son unos vagos, que todo el que se cuela en el metro se merece ser maltratado o que, se siente, si no cotizas no hay médico...

Es cierto que esta crisis hace aflorar la solidaridad en muchos aspectos, pero también es cierto que en otros caminamos hacia la deshumanización, la generalización y las orejeras borriqueras, estamos rodeados de dramas individuales que preferimos no ver...

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