Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

sábado, 5 de junio de 2010

Abracadabra

Harta de tanta normalidad, con Maru totalmente recluida en su lógica aplastante y hartita de oír mis lamentos pasionales, hoy fan del amor, mañana totalmente escéptica, rompí la hucha de las vacaciones -Maru me va a matar- y me fui a ver a una bruja. Sí, a una bruja ¿qué pasa?
Entre las dos adivinamos mi pasado y por supuesto no me dio ni una pista del futuro, eso ya no se lleva. Ahora prima la energía, la actitud y las herramientas propias. Poco tecnológica, mi bruja me regaló una cinta. Así que en una escena total de regreso al futuro me bajé al trastero, introduje la mano en una caja llena de cachivaches, rezando para no encontrar ningún habitante animado y recuperé mi viejo walkman. Mi hombre paseante, que si no me falla el inglés, que no sería raro, así se llama, me devolvió mi conversación esotérica entre cacofonías. Nada interesantes las cacofonías. En realidad no son más que ruido puro y duro, y es que las ciencias avanzan que es una barbaridad. Y donde esté el láser, la informática, o lo que sea el soporte que ahora nos soporta, que se quite la cinta magnética.
Y aquí estoy, hace tres días que no duermo. Bobinando y rebobinando, encontrando quizes de la cuestión, y estropeándome un poquito más el oído. Reconstruyéndome, desconstruyéndome, haciéndome y desahaciéndome. Que es lo mío pensar sobre la nada, volverla algo y darme cuenta de que no deja de ser nada, llena de cositas a las que agarrarse. O todo lo contrario. Que ya lo he dicho mil veces, soy cambiante, indisciplinada y volatinera.
Por fin me he aprendido el conjuro. Me he puesto mi gorro de bruja. Me he encerrado en la cocina. He agarrado tres velas. He hablado con ellas. Las he atado con una cinta roja que he arrancado del vestido de una muñeca que olvidó mi sobrina y con una cinta rosa que fue el tirante del vestido con el que mi hermana conoció a su marido y que no sé porqué está en mi trastero. No se dará ni cuenta, el vestido es horrible, ya lo era en su época, pero encima, hoy está pasado de moda.
He apoyado las velas sobre un plato que contiene un hígado de araña, tres pelos de elefante y excrementos de mosca, bueno, más o menos, y aquí estoy, viendo como se consumen. Llenándome de la energía purificadora de este conjuro. Vamos, la forma más normal de pasar un sábado a mi edad.
Hace un rato ha pasado Maru, camino del balcón. Me ha preguntado qué hacía. Como no sé mentir y no se iba a creer que estoy preparando una salsa para pescado, le he contestado la verdad: un conjuro para encontrar el verdadero amor. (He puesto voz de narrador de La Princesa Prometida, para darle más importancia). Me ha mirado con su cara de "Melinda, estás para que te encierren", no ha dicho nada y ha continuado hacia el balcón. El vecino de enfrente no debía estar durmiendo la siesta, sin ropa, como hace siempre, y debía hacer un calor de muerte ahí fuera. Así que ha regresado, me ha preguntado donde he comprado las velas, se ha ido a su cuarto y ha vuelto calzada. Bajo un momento, me ha dicho.
Creo que el miércoles veintitrés se unirá al aquelarre de San Juan, seguro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Aquelarre de San Juan", 23 de junio en mi tejado. Traete tus mejunjes, nada de caca, ni patas, ni mocos de bichitos, sino sustancias meclables y bebibles para elucubrar en condiciones con alguna tapilla que yo elabore al efecto.Hoy me estrujo las neuronas a las 18:30 y luego, tuya siempre y de alguno más. Besos. C

Anónimo dijo...

¡¡¡VAGA!!!.C