Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

jueves, 24 de junio de 2010

El aquelarre


Al final lo hicimos, quedamos en el tejado de C., nos pusimos nuestros gorros de brujas y nos pintamos el rabillo del ojo. Quemamos calimocho, que no nos sabíamos la receta de la queimada, o no había ganas de hacerla que lo mismo da, "somos unas brujas modernas y la modernidad es el minimalismo", gritaba Maru, que estaba desfogada.
Y ahora tenéis que escribir tres deseos en un papel les dijimos a los niños, mientras Maru sacaba una cuartillita bien doblada y me miraba con cara de "he hecho los deberes" y yo sacaba lo que parecía la carta de los Reyes Magos. Y allá que empezamos a quemar deseos, primero con calma. Las llamas de la barbacoa empezaban a subir y al marido de L se le ocurrió que podíamos bailar una danza alrededor, yo creo que se burlaba del berenjenal en el que les habíamos metido. Pero a nosotras y a los niños nos pareció muy divertido, así que ellos no tuvieron más remedio que unirse al baile, a pesar de que los vecinos de las azoteas cercanas nos miraban como si estuviésemos locos.
Y los niños seguían escribiendo deseos. "No olvidéis pedir un novio para Mel", les animaba C. Y yo me reía. "¿Y yo qué?", preguntaba Maru. A ti te vamos a pedir las obras completas de Borges, le contestó alguien. "Bueno, tampoco está mal", contestaba Maru.
¡Huy, que mareo!, con el baile, el calimocho quemado y el calor de la fogata. Y los niños venga a quemar deseos. ¿Puedo pedir un perro? le preguntaba uno a su madre. "Pero ¿de verdad que se cumplen?" "¿Cuando?" "¿Puedo pedir otro?" "Yo voy a pedir un caballo" "Pues yo una serpiente".
Y en la terraza de enfrente alguien gritaba ¡qué vergüenza! ¡qué escándalo!, ¡pobres niños! ¡es que no son horas!
Y no sé que ocurrió que de pronto llamaron a la puerta y como si todos nuestros deseos se hubiesen cumplido, me encontré con cuatro hombres de uniforme que me preguntaban si podían pasar. Poz fupuezto, les dije con una de mis mejores sonrisas, la boca ligeramente inclinada a la izquierda (el calimocho quemado, que es muy malo). Y cuando los tres bomberos y el policía llegaron a la terraza se hizo el silencio. Los niños tenían los ojos como platos.
Pueden apagar ese fuego por favor, dijo el bombero más alto. Como mola el Cuerpo ¿Verdad Maru? Y Maru, muy seria, me dio un codazo. Mientras, el marido de C vaciaba un cubo de agua sobre la barbacoa.
¿Es usted la dueña de la casa? Me dijo el de los ojos verdes. No, yo vivo en ---, el tercero derecha, tengo un balcón con macetas y muchas florecitas, y mi teléfono es el ----. Y aunque no lo creáis, lo apuntó. Maru me agarró del brazo, se puso delante y le dijo al oficial, estos son los dueños.
El policía nos tranquilizó. No pasa nada, pero son más de las doce y nos han avisado los vecinos, por el ruido, y también por riesgo de incendio. Lo mejor es que recojan esto y se recojan ustedes. No era un gran humorista el agente, pero tenía unos biceps...
Así que empezamos a recoger. Gracias Agente, los maridos de C. y L. habían recobrado la compostura y parecían dos Ministros haciéndose cargo de la situación (igualito, igualito). A mi me entró la risa.
¿Así que la calle ---?, yo vivo cerca, me dijo el de los ojos verdes al pasar a mi lado. Y luego se fueron, pero la fogata de San Juan promete.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡bárbaro!!, ¡ese cuerpo! C