Y ahí estaba, tumbado en el
suelo, con cara de desconcierto. Esperaban a que llegase el SAMUR. Puede que
solo hubiese tardado unos minutos en recobrar el conocimiento. Pero habían sido
unos minutos eternos.
Les alertó un desconcertante
ronquido y las dos mujeres le encontraron tumbado boca arriba, como dormido, en
el suelo. La de menor edad, la hija, se quedó parada y solo fue capaz de marcar
el 112 de su móvil. Fue la mayor, la esposa, la que se tiró al suelo sin
pensarlo e improvisó unos primero auxilios intuitivos.
Por fin había abierto los ojos.
Se había querido incorporar pero, por consejo del médico con el que les pasó la
operadora del 112, le habían ayudado a recostarse de nuevo en el suelo. Le
pusieron un almohadón bajo la cabeza. Desde esa posición, respondía a las
preguntas que las dos mujeres le hacían con el fin de averiguar si era
totalmente consciente de dónde se encontraba y porqué.
Y él, con cara de perplejidad, la
miraba. A ella, a su compañera de toda la vida. Se agarraba a su tobillo, quizás
buscando algo seguro a lo que asirse, tal vez intentando tranquilizarle a ella,
o puede que una mezcla de ambas cosas.
Y en ese intercambio de miradas,
en esos minutos eternos, lo dijeron todo sin cruzar una sola palabra
trascendental. “Toda una vida…”, en versión Los Panchos, llegó volando, para
ponerle banda sonora a aquella escena que la hija observaba, en silencio,
disfrutando de lo hermoso de aquella complicidad ajena, tan completa, tan
sólida.
(Única versión encontrada)
4 comentarios:
qué potito. Igualito que el post que he leído esta mañana en Gavilán Palomo.
Qué tierna eres churri
Me encanta, me encanta! más tu texto que la canción. Escribeeeee
Me encanta, me encanta..qué visual y qué bonito..Escribeeee
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