Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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martes, 10 de abril de 2012

El descartador de cartas


Tristán sabía que aquello era un delito. Pero no le importó. Esas cartas le habían quemado las manos nada más verlas. Papel de alto gramaje, color crema, y dirección escrita a mano. Con plumilla. Caligrafía inglesa. Inconfundibles aquellas emes grandes que encabezaban el remite.
Más que emes parecía un acueducto.
Con esa frase tan tonta, le había robado él a ella una sonrisa cinco años antes. Una de esas tardes en que Marisa se sentaba y repetía una y otra vez los ejercicios del taller de caligrafía. Al principio, se apuntó por capricho y al final había convertido aquel hobby, al que llegó por casualidad, en su negocio. Marisa en seis meses tenía la agenda llena de encargos y pudo dejar aquel obtuso puesto de teleoperadora que le hacía llorar a escondidas al menos una tarde a la semana. Marisa ponía nombres en diplomas, escribía invitaciones para VIPs a los más diversos actos y, sobre todo, "hacía" los sobres de las invitaciones de boda.
Marisa soñaba con escribir sus propias invitaciones algún día, pero Tristán siempre pensó que aquello iba en broma. Lo suyo funcionaba. Vivían juntos, pero eran libres. Él no quería de momento un compromiso perpetuo. Ni tener hijos.
Nunca pensó que para Marisa aquello fuera tan importante. Si lo hubiera sabido... Quizás podría haber evitado la primera discusión, o su tono burlón en aquella primera discusión. Porque después de aquella vino la segunda, la tercera, la cuarta..., hasta que perdió la cuenta. Una tarde se encontró parado en la puerta, viendo como ella desaparecía escaleras abajo con su última maleta. Había sido todo tan rápido. O tan lento. Cuando se dió cuenta de que no era aquello lo que él quería ya no supo como dar marcha atrás.
Durante algún tiempo supo algo de ella, e incluso quedaron un par de veces. Pero cuando volvía a casa se daba cuenta de que aquello era absurdo. Así que un día alguno decidió que era mejor que no se viesen. No supo nada de ella durante un año o año y medio. Hasta que una mañana, encontró un montón de pequeños sobres color crema, dirigidos a altos directivos, al volcar la saca del buzón 54 del distrito 12.
Siguiendo su pista localizó la nueva vivienda-oficina de Marisa. Y una tarde se apostó en una esquina. Varias tardes. De esta manera le conoció a él. Se llamaba Ulises, eso ponía en el buzón que compartían. Típico de Marisa. Marisa nunca hubiese salido con un Juan, un Carlos o un Pablo.
Desde entonces puso mucha atención cuando volcaba la saca del buzón 54 del distrito 12. Hasta que aparecieron esos cincuenta sobres grandes. Papel de alto gramaje, color crema, y dirección escrita a mano. Con plumilla. Caligrafía inglesa. Inconfundibles aquellas emes grandes que encabezaban el remite.
Más que emes parecía un acueducto.
Cogió los sobres y los metió en la siguiente saca. La escondió debajo de la mesa y en el cambio de turno consiguió escabullirse de la sala con el saco, sin que nadie lo advirtiese. Bajó al garaje. Guardó el botín en el maletero de su coche y salió de allí con la sensación de estarse fugando de Alcatraz.
Tres horas más tarde. Después de dar vueltas y más vueltas, sin sentido, por la M-40, cogió el primer desvío que encontró. Había anochecido. Paró el coche junto a un descampado, a la entrada de un polígono. Bajo del coche, cogió la saca del maletero y vació su contenido en la ladera de un montón de cascotes. Luego empujó con sus pies algunos trozos de yeso que había en lo alto, intentando ocultar el cuerpo del delito.
Volvió a casa y se echó en la cama. Le despertaron unos fuertes golpes en la puerta. Cuando se levantó a abrir, todavía mareado, se encontró a su portero, a su inmediato superior de la central de Correos y a dos agentes de policía mirándole con cara de interrogación.
Después se enteró de que habían pasado tres días, durante los cuales la fiebre debió dejarle fuera de juego, que estaba suspendido de empleo y sueldo, y que existía una denuncia contra él.

Relato ficticio e improvisado basado en un hecho real que me hizo sonreir ayer cuando oía las noticias. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te sienta bien el aire serrano mon coeur

Anónimo dijo...

Muy bueno, está bien tu relato y eso de inspirarte en noticias de la actualidad.
Mola, podía dar mucho de sí.
Escribe, escribe...

SUS

tito dijo...

Por fin se casa con Ulises?
Lastima de invitaciones.
Titolor