Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

domingo, 4 de marzo de 2012

El manisero


Iba yo por la calle ayer tarde, cruzando miradas con los viandantes, pensando que no es que me haya vuelto sexy de repente y los hombres me miren, sino que vuelvo a tener mi energía en su punto y los sentidos alerta: cuando vas mirando notas las miradas ajenas, intercambias, las personas que te cruzas dejan de ser “gente” y son eso personas, cada una con su historia, su mundo y su energía.
Os decía que iba yo ayer tan happy por la vida cuando pase junto al puesto de Manises de la plaza. “Prueba, tienes que probar” –me dijo el manisero- “aunque no compres hoy” y se encaminó hacia mí con una bolsa de papel abierta. Me paré puse la palma de mi mano mirando al cielo y él echo en ella un puñadito de avellanas, almendras y manís garrapiñados.
Hablamos de marketing y de los tiempos que corren, y fue él el que me recordó que da igual los tiempos que corran, que hay que pensar en positivo y compartir. El manisero, después de presentarnos, se despidió de mí sujetando mi mano entre las suyas y mirándome a los ojos.
Naturalmente, en ese interludio de tiempo le compré una bolsa. Quizás ese fuese su objetivo, pero yo me fui de allí diciéndome de nuevo que la gente me gusta. Me gustan estas absurdas historias sin contenido llenas de contacto humano.
Sí, me diréis algunos, pero te vendió la bolsa. Marketing del corazón, os diré yo. Me vendió la bolsa con cariño y mimitos, ojalá todos trabajásemos y viviésemos de esa manera.

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