Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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lunes, 3 de julio de 2017

Salir con el alma llena


Siguiendo con mi costumbre de ofrecer mi visión de mirona de a pié el último día del espectáculo -una cambia, pero no tanto- os diré que el viernes me llevó mi hada madrina a que me vibrara el alma.

Encaramadita en el último piso del teatro Apolo, me dejé hipnotizar por Sara Baras, sus Voces, José Serrano (¡Ains!), el resto de la compañía, el flamenco, el taconeo y el ayayayayyyy. ¡Qué maravilla! Como soy totalmente profana no puedo describir con tecnicismos lo que pasó por el escenario.

Solo puedo decir que me dejé llevar y fluí, como hacía mucho tiempo que no había fluído. Medité, con los ojos abiertos para no perderme nada. Me empapé hasta la médula de cante, palmas, taconeos y guitarras. Me acordé de aquel vestido de lunares en el que me embutía nada más llegar a casa después del colegio (¿quién no ha tenido un vestido rojo de lunares a los ocho años de edad?) y de mis torpes taconeos sobre el parqué. Lamenté no saber mover los brazos con tanto arte, ni con la mitad de arte, ni ná de ná. Me repetí mil veces lo elegante que es el cuerpo humano, femenino o masculino, y lo que es capaz de expresar. Me dije, que a mí, que huyo del chauvinismo patriotero, me enorgullece pensar que tanto arte y tanta pasión lleve el nombre de mi tierra, que ahí sí que me sacan los colores patrios y olé y olé y ole. Escuché las Voces: Paco de Lucía, Camarón, Gades, Morente, Moraito, a las que el espectáculo rinde homenaje. Me acordé de Lorca, ¡cómo no! Me llené los ojos del colorido y las luces de la escenografía. Y me volví loca de envidia con el vestuario de Sara, en especial de un vestido maravilloso de dos capas y como agarraba la superior para envolverse el cuerpo entero con él (pensé muchas cosas, unas más profundas que otras, una es así).

Vamos, que no paré de sentir, de pensar, de soñar, de imaginar y de dejar que la pielecilla se me pusiera de gallina. No fuí la única, el teatro entero terminó en pie aplaudiendo, entregado, embrujado.

Gracias a Sara, al Cosmos (y a mi hada madrina), por seguir regalándome cosas tan bonitas.


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