Me lo cuenta Mel:
Me metí en la página más absurda del mundo dispuesta a sortear un montón de citas aburridas si fuera preciso, con la esperanza de encontrar algo distinto que me diera vidilla. No se cumplieron mis previsiones, a veces la vida te da sorpresas y a la segunda me topé con un gigante monstruosamente hermoso e interesante.
En serio, Maru, era hermosamente monstruoso, de haber tenido lápiz y mayor talento pictórico lo habría retratado al natural para ilustrar una nueva edición de "El gigante egoísta".
Otra persona se quedaría a cuadros con esta declaración, pero conozco a Mel tan bien como conozco ese cuento y sé que es una imagen de lo más halagadora.
Pero me estoy adelantando, en esas páginas todo empieza virtualmente, yo aún no sabía que mis ojos iban a hacer chiribitas nada más verlo, pero ahí estaba un tío de lo más salado sabiendo perfectamente lo que tenía que decir para derrumbar mi muro de protección de novata en la red "paso de rollo de una noche", "prefiero tomar un café de tanteo", "¿qué hago yo en Guadalajara si llego y nos repelemos". Me toreó con mil argucias que yo sabía ficticias, hasta se puso digno cuando le señalé que se le veían muchas tablas: "no somos vergas con patas" me espetó, creo que hasta consiguio que le pidiera disculpas. Qué más dá, era tan salado. Con tanto desparpajo me dejé arrastrar ¡Qué carallo, la vida son dos días!, me dije.
Así que me lié la manta a la cabeza y me fui. ¿A Guadalajara?
Sip. Vaya.
Cuando llegué a la plaza dónde habíamos quedado vi un hombre mayor y terrible sentado en un banco. ¡Mierda!, me dije, ya la he liado otra vez. Pero respiré hondo y en lugar de salir corriendo me acerqué para descubrir con alivio que no era él. Miré para el otro lado y allí estaba. ¡Qué sonrisa! de vividor total. Te desarmó...
Me tenía entregada, dispuesta a conocerlo, lo quería saber todo sobre él, a medida que avanzaba la tarde más me gustaba y mayor era mi interés. Sucumbí, porque me dió la gana y lo pasé genial.
¿Y?
Su desparpajo menguó a lo largo de la semana, con lo que me había aficionado yo a su charleta pico y pala de la semana anterior. Así que llegó el momento de las preguntas, yo no estaba muy lúcida, creo que la inseguridad me envolvía, y ya sabes que cuando escribo mensajes me creo Cortazar, así que en lugar de un simple "¿repetimos?" me salió un "¿te intereso?"
¡Ups!
Sí, error garrafal. Excusas, evasivas...
Más o menos, lo dejé respirar un par de días y ataqué de nuevo con un mensaje totalmente masculino, directo, nada de literatura. Me funcionó, pero soltó lo que estaba deseando soltar: "solo te puedo dar sexo, ya sabes"
¿Ya sabes?
Sí, debe ser que me pasó inadvertido algún arqueamiento de cejas superexplícito en el que me revelaba todo su juego. Me hice la fuerte, apelé al ellos son de Marte, nosotras de Venus. Yo solo quería volver a verlo, conocerlo más. "Tú lo llamas solo sexo, yo lo llamo conocer a alguien", me dije, en el fondo es lo mismo. Así que le dije que vale, estupendo, olé, olé, olé...
Y os volvisteis a ver.
Sí. ¿Y?
Pues que me lo volvía a pasar genial, pero fue demasiado fugaz y sus mensajes se fueron diluyendo poco a poco y todavía más, y quizás vuelva a pecar de impaciente, pero es que vuelvo a reafirmame en que a mí el sexo, vale que me gusta bien cargado, pero con leche, por favor, y tostadas, y desayuno, y risas, complicidad e interés y charleta y más y más y más. Lo siento, soy una insaciable.
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