Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

martes, 8 de julio de 2014

S.O.S


Me entró la fiebre del cuaderno. Me pasa cada cierto tiempo, necesito un nuevo cuaderno igual que otras veces se necesita un corte de pelo. Me fui al Esfera, sí, en el Esfera hay cuadernos de origen chino y aspecto infantiloide. Agarré tres, uno se lo he donado a mi chica especial, me tiene comida la moral y lo mío acaba siendo siempre suyo. El segundo era cuadrado, brillantoso y cursi como nada. Lleva corazones en la portada y en el interior, ese día estaba Melíndica perdida, y la pregunta ¿qué es querer? daba vueltas en mi cabeza...

Tengo dos vicios horribles. Tengo más, pero estos dos se refieren a mi versión de compradora compulsiva. El primero es que si entro en una librería tengo que llevarme algún libro, de la misma forma que siempre exploro el expurgo de la biblioteca y si hay algo aprovechable me lo llevo a mi casa, en plan Diógenes. Contra este vicio la solución es sencilla, no entrar en las librerías.

El segundo es más difícil de evitar, cuando me entra el mono del cuaderno tengo que ir a por él. Es como si el cuaderno fuera a cambiar mi vida, como si llegase lleno de musas dormidas que despertasen al agitar sus páginas para ejecutar una danza tribal por el aire de mi habitación.

Un día entré en el metro, saqué mi cuaderno y me puse a escribir. Cuando más enfrascada estaba oí una voz: "yo también tengo uno". Levanté la cabeza y vi una chica pizpireta que me sonreía de manera cómplice. Nos miramos, como si perteneciéramos a una logia secreta y aquello nos uniera de algún modo.

Pero a pesar de todo, de pertenecer a ese club secreto, de llevar siempre el bolso repleto de artilugios, de tener nuevos cuadernos, las musas no aparecen. Y es que el ambiente está enrarecido, hoy la angustia se ha vuelto a asentar entre mis vísceras, por motivos ajenos a la escritura que no voy a contar porque no viene al caso. He abierto y he cerrado mi Mac varias veces. Me daba por rendida y de pronto la solución ha llegado a mi cabeza, al grito de help, ayudame, Tony Ronald se ha metido en mi cabeza y he decidido lanzar un SOS.

Imaginad que sois un piloto de avioneta perdido en el desierto y de pronto oís una vocecita (o un vozarrón) que os suplica: "por favor, regálame una frase". No, no tenéis que dibujar ningún cordero, simplemente, regaladme una frase... a ver que puedo hacer con ella.

2 comentarios:

Edu dijo...

Animo y no desesperes, que cuando te pones...

Anónimo dijo...

Ahí va mi frase:
A 20 metros de profundidad apenas llega algo de luz...
Tuyo siempre. Mac-auly Culkin