Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

miércoles, 21 de mayo de 2014

Viaje en bus


Llueve. Detrás de los cristales llueve y llueve. Y sobre ti también llovería si no fuera porque alcanzaste el autobús justo en el momento en que se disponía a salir de la primera parada y caía la primera gota sobre el suelo adoquinado. Llueve con rabia, con la misma que un maniático de la limpieza emplearía para eliminar una mancha de cereza sobre su blanca camisa de cuello almidonado; como si el objetivo fuera dejar impolutas las calles de esta ciudad que se ha vuelto, por horas, gris plomizo.

Afortunadamente no parece que haya más coches de los habituales. Así que llegarás con tiempo. Traquetea el autobús que da gusto, mientras que tú, la única ocupante, escribes inventando la vida del apuesto conductor. El mismo que en otra vida estudió una ingeniería con no se sabe qué ilusiones que no coincidieron con la realidad laboral que luego se encontró. Estás loco, le dijeron todos los que tuvieron oportunidad cada vez que contaba que se estaba sacando el carnet de autobus porque tenía un contacto. Pero le dió igual, porque estaba harto de aquella oficina rancia, de no ver la luz del sol, de tener la mesa llena de pilas de expedientes pendientes de resolución. Él quería aire, ver gente, sonreír cada mañana y dar los buenos días a gente desconocida, solo para poner un poquito de alegría en sus vidas...

Llueve y llueve. Una ristra de parados soporta la lluvia, bien alineados, junto a la puerta de la oficina de empleo del Paseo de las Acacias. Y tú te preguntas ¿por qué tienen que esperar en la calle? ¿no habrá hueco dentro para que esperen? En tu oficina no ocurre esto, al menos no lo has visto nunca. Pero en esa oficina, todos los días hay una ristra de parados, bien ordenaditos, junto a la puerta.

Ya sois cuatro en el largo autobús, con fuelle de acordeón en la mitad. Cada uno sentado en una punta, como si jugarais a las cuatro esquinas. Ya cruza el autobús el río para adentrarse en la antigua ciudad del amor reconvertida ahora en ciudad de la formación. Este año baja cargado de agua; es raro en esta ciudad, a la que solo le falta mar, que el río lleve agua.

Justo al final del puente, el autobús frena bruscamente y el conductor enloquece; la furgoneta de delante ha frenado ante un semáforo en ámbar. Ya no callará en todo el camino: que si la lluvia, que si estás tonto, que si la próxima vez te empotro y te enteras...

Y tus oídos hechos al silencio interior de las primeras horas de la mañana descubren la rebelión del personaje, que ya no es el ingeniero de ojos tristes que reconstruyó su realidad para regalar sonrisas mañaneras. Ahora se va a convertir en el tipo al que Lucía está a punto de abandonar, porque no quiere resignarse a convertirse en una criatura triste y amargada. Porque no soporta la indignación rabiosa de Luis, desatada a gritos, todos los días, a la misma hora, delante de la televisión. Porque cada vez que suena la música del telediario a Lucía se le sale el corazón por la boca de la ansiedad que siente.

Luis, que antes reía por todo y siempre tenía preparado algún plan, aunque fuera un paseo por el parque, ahora no quiere salir de casa para no gastar, porque le han recortado el horario y hay que pagar la hipoteca y los tiempos están muy mal y estos miserables de políticos nos han llevado a la ruina y no se sabe lo que puede ocurrir. Lucía se pregunta si ni siquiera suela de zapato puede gastar, un paseo no ha arruinado nunca a nadie, le dice. Pero él no contesta y sigue enrojeciéndose y enfureciéndose delante de la televisión.

Así que Lucia, que ayer perdió su trabajo pero no le dijo nada a Luis, para no tener que oirle, se va hoy de casa, mientras Luis grita al tipo de la furgoneta: ¡Tú estás tonto, tú estás tonto, tú estás tonto!

Y ahí le dejas, con su indignación, mientras bajas del autobús acariciando tu cuaderno donde late todavía fresca la tinta de la venganza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Penfriend, se dice "tus tas tonto"

Unknown dijo...

I love you penfri!!!

Anónimo dijo...

No sabes como le iba a tu historia la canción que que estaba oyendo por 1ªvez ("Hendra" de Ben Watt) mientras la leía, tuya siempre la mujer que ama al hombre de negro.