Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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viernes, 22 de agosto de 2014

Noticias de Mel


Al Pruden lo conocí en la fiesta de la Buganvilla de San Mateo de la Florida. Tenía que haber hecho caso a la sabiduría popular, "Mateineros, raros"; pero ya sabes, soy un poco kamikaze. Frente a frente, en la mesa de degustación, cruzamos miradas cómplices ante los comentarios absurdos de aquel supuesto entendido en vinos. Por mucho que se empeñara, a mí el vino no me supo a pétalos de rosa cubiertos de rocío, ni mi pituitaria fue capaz de identificar el aroma a azafrán recién cortado. El tipo era tan pedante que me entró la risa floja y el Pruden me sacó de allí disculpándose porque llegábamos tarde a misa.

No fuimos a la iglesia. En lugar de eso se adentró entre las atracciones de la feria con su mirada de adolescente entusiasmado para conseguirme en el tiro al blanco una polvorienta muñeca repollo, que dejamos abandonada en la churrería a última hora de la noche (o primera de la mañana).

Nos amamos apasionadamente durante meses y nos preguntamos pocas cosas. La verdad es que yo intenté preguntar, pero obtuve pocas respuestas, así que llegó un momento que dejé de hacerlo. El Pruden hablaba más con su mirada, con sus manos, con sus abrazos, con su silencio desprovisto totalmente de misterio...

Empecé a practicar aquello de respetar y entender al otro. A pesar de todo, nunca llegué a entenderle "ni una miaja". No es que él fuera de Marte y yo de Venus, es que él debía ser de una galaxia muy, muy lejana y yo de Andrómeda. 

En sus brazos me sentí más cuidada, más respetada y menos vulnerable que en los de ningún otro. En ningún momento sufrí las dudas de un posible abandono, una traición o una desilusión. cuando no estaba con él le echaba de menos, pero sin urgencia ni desesperación. Si pasaban semanas sin verle, no pasaba nada; no moría de amores, ni miraba el teléfono como si de él dependiera mi vida. 
Nunca nos dijimos palabras mágicas. Yo, por miedo a no decir la verdad; las palabras mágicas, si con el tiempo resultan ser mentiras son una puñalada que se abre paso en el cuore y avivan el rencor, los reproches y las preguntas sin respuesta. Él, no sé que razones tuvo para no formularlas, aunque entre sus pocas palabras una vez se le escapó un "dímelo". "Define querer" contesté y allí quedó todo.

Eso me llevó a preguntarme en la intimidad qué era querer: ¿Un deseo enorme de poseer al otro y convertirte en el centro de su existencia? ¿Desesperación por el tiempo que no pasas a su lado? ¿Estar esperando que llegue el momento de estar juntos? ¿Querer que el otro se vaya convirtiendo poco a poco en el ideal soñado? ¿Sentirte morir cuando todo se acaba?

O... ¿Es tener cada uno su propio espacio? ¿Compartir momentos? ¿Respetar la forma de ser del otro sin empeñarte en cambiarlo? ¿Coger lo bueno que alguien te puede y te quiere dar y no empeñarte en pedir la luna? ¿Dejar ir cuando la cosa se acaba? ¿Crees que me he vuelto una cínica? ¿Estoy justificando una relación basada solo en "lo pasional"? ¿Qué piensas, Maru? Dime...

Melinda me mira fijamente, mientras da el primer sorbo a su cerveza, que debe estar ya caliente.

- No sé, ¿tú que piensas?
- Que desde que intentas ponerte en modo coach conmigo no te soporto.
- Pues haztelo mirar.
- Ya, lo dicho, que no te aguanto. ¿Otra caña?
- Por supuesto...

Melinda ya no sabe nada del Pruden. Como vino se fue, dice, y pega otro trago. Parece tranquila, igual es cierto que ha aprendido algo. Parece que las temperaturas han bajado un poquito, por fin se puede respirar por las noches. Sí, contesto, mientras miramos como la gente pasa por delante de la terraza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me apunto a esa caña y a entonar el "se fue como llegó y a otra cosa mariposa", sin otro particular me despido querida, tuya siempre Alexis Carrington Colby.