El otro día en FB un amigo se preguntaba algo así: ¿Cuánto
nos cuesta a los españoles la asistencia y manutención de los inmigrantes
ilegales? Pues sí, seguramente un dinero, pero esa no es la cuestión.
La cuestión es un problema de conciencia o de perspectiva.
Puedes ir por la vida considerándote español, de raza blanca, de clase media o
de clase alta, con trabajo estable, hombre, sano, heterosexual y todas las
indivualizaciones posibles que se te ocurran. Y entonces te podrás preguntar
cuanto nos cuesta a los españoles mantener cada una de las, cada vez más
recortadas, políticas de apoyo social: los tratamientos de enfermedades raras,
las residencias públicas de ancianos, los centros de días, las ayudas económicas
a la gente sin ingresos, los comedores sociales…
Puedes defender los sueldos bajos y el miserable salario
mínimo español (inferior en muchos casos a la mitad de los de otros países
europeos) porque el empresario, que es el que arriesga el dinero, tiene muchos
gastos y paga muchos impuestos y un trabajador le cuesta muy caro.
Pero todo sigue siendo un problema de conciencia. Con 400,
500 o 600 euros no se vive en este país, se sobrevive malamente. Si no tienes
ayuda familiar alrededor, te conviertes en un ser gris que solo vive para
trabajar y para morir en vida o caer en la depresión o la desesperación de no
poder dar a sus hijos unas condiciones mínimas de subsistencia económica y
emocional.
Sé que el problema de la inmigración es muy complicado. Mi lógica me dice que solo tendría arreglo en el país de origen. Pero no
cerrando fronteras con políticas represivas de contención. Nada de eso. La
solución está en favorecer el desarrollo y la estabilidad de esos países de
donde la gente parte, arriesgando su vida, para llegar a un paraíso llamado
España (irónico, no). Difícil, claro que sí, pero no imposible, supongo que si
hubiera interés en ello, poco a poco, algo se podría mejorar.
No, naturalmente que no tengo la solución. Puedes pensar que
soy utópica, fantasiosa, infantil. Pero yo, con mi imaginación infantil, lo resumo así: imagina dos pueblos
pegados uno al otro. En uno de ellos existe la abundancia, la gente se ceba,
tiene trabajo, les sobra la comida. En el pueblo de al lado se carece de todo.
¿No os parecería lógico que el pueblo rico ayudase al pueblo pobre en lugar de
mirar desde sus fortificadas murallas como sus vecinos se mueren de hambre? En
serio, haced el ejercicio. Yo lo veo, veo a esos opulentos vecinos de
Villamuralla mirando impasibles como sus vecinos se mueren y como preparan
calderos de aceite hirviendo para prevenir cualquier posible invasión… lo veo y
me entra una angustia…
Y sí, soy española, mujer, blanca, con una familia con la
que se puede contar en los tiempos de vacas flacas… pero eso es solo
circunstancial, es un accidente, no es mi esencia; porque yo soy un ser humano que sabe que hay desigualdades en el
mundo, pero que cree posible asegurar las condiciones mínimas de subsistencia y
dignidad de cada uno de los seres humanos de este mundo; o, al menos, es a lo
que deberíamos aspirar todos y en especial los gobiernos en el plano nacional y en el internacional.
Porque todos y cada uno de los seres humanos de este mundo
tienen derecho a ello. Así que lo siento, cada uno de los inmigrantes que entra
en este país tiene derecho a luchar por una vida mejor para él.
Mi pregunta no es lo que nos cuesta a los españoles cada
inmigrante que entra. Mi pregunta sigue siendo ¿Cuánto nos cuesta, nos ha
costado y nos seguirá costando cada político corrupto, inepto y sinvergüenza?
Eso sí que debería quitarnos el sueño…